En el año 1999, yo estaba dando clases de español en una escuela ubicada en el pueblo de Greenwich, Estado de Connecticut. Como había vivido de niño en Panamá, yo quería que mis estudiantes escribieran cartas a unos alumnos panameños, practicando su español en un contexto cultural y auténtico. Me puse en contacto con una escuela en Boquete, Panamá. Ya no recuerdo las circunstancias, pero sí recuerdo que recibí un correo electrónico de un joven, en el cual me dijo que él se consideraba estudiante adelantado y que quería comunicar con mis estudiantes, pero no pudo entender por qué quería yo que escribieran como en tiempos antiguos, en vez de tener videoconferencias. Me quedé boquiabierto. ¿Videoconferencias?
Investigué. Me dijeron que, en aquel entonces, las escuelas de aquel pueblo no podían participar en videoconferencias. No llegué a entender la razón. Escribí a unos profesores de español en el pueblo donde vivo yo (Llanos Blancos, Nueva York), y me dijeron que sí tenían videoconferencias con una escuela mexicana…y que no era difícil en términos de tecnología…pero bien, bien difícil en cuanto a ponerse en contacto con alguien con el deseo de participar.
Seguí luchando. Vine a trabajar en el pueblo de Darien, Estado de Connecticut, cuyo nombre tuvo su origen en Darién, Panamá. Cuando empezamos con el gran proyecto Darién a Darien, construyendo un puente virtual entre Darién, Panamá y nuestro pueblo de Darién, Connecticut (Estados Unidos), mi sueño era de poder coordinar videoconferencias entre mi colegio (en Darien) y una escuelita en la selva tropical de Darién, Panamá. El proyecto tuvo gran éxito, pero nunca logramos conectar con Panamá por medio de videoconferencia. Problemas de infraestructura y falta de interés pusieron fin a aquel sueño.
Sin embargo, seguí intentando. Al fin, me junté con varias organizaciones que promueven comunicaciones internacionales a través de la tecnología. Una de esas organizaciones, iEarn, me dio la oportunidad de participar con mis clases en unos proyectos colaborativos. Fue entonces, participando en uno de esos proyectos, que conocí a la Profesora Cristina Bosio Ferrer, distinguida y muy creativa profesora de las bellas artes en Córdoba, Argentina. Gracias a nuestra amistad, hicimos los arreglos y empezamos a tener videoconferencias con nuestras clases. Gracias a esta profesora, muy conocida y respetada en su país, mis estudiantes tienen muchos nuevos amigos argentinos. Abrimos las puertas y las ventanas de nuestros salones de clase. Por medio de las conferencias, hemos practicado idiomas en el contexto cultural que todos hemos deseado. Tuve que esperar más de 15 años, pero al fin logramos la meta. ¿Qué piensan todos sobre las videoconferencias que estamos disfrutando. Por favor, compartan sus pensamientos. ¡Gracias!
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